INVIERNO MEDITERRÁNEO

VACACIONES CON LA BICI DE CARRETERA EN BARCELONA

Las Navidades… Esa época donde toda vida normal se detiene y te dejas llevar por la abundancia. Cuando vuelves a la realidad… has comido como un troglodita y estás como un cerdo antes del matadero.

Después de mi accidente y fractura vertebral estuve 6 meses sin montar. Marcando cada día menos para volver, viendo crecer mi barriga y menguar mis piernas. Al volver, entre Septiembre y Noviembre, había rodado 1503km. Pero se acercaban las Navidades y sabía que iría de vacaciones lejos de mi ciudad (Madrid) a Barcelona.

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Suena idílico, pero plantear en casa que tenemos que incluir entre el equipaje una bici de carretera, es una negociación dura. Pero tengo terreno ganado, he logrado convertir mis salidas de entrenamiento en “trabajo”. Si, para un guía de viajes de MTB la pretemporada es casi igual de importante que para un corredor pro, bueno no tanto… pero si no te machacas un poco en Invierno, en primavera tus clientes no estarán muy contentos.

Haciendo gala de mi horas de Tetris logré meter mi pequeña (49”) Lapierre Sensium 500 Disc en el fondo del maletero de un turismo y todo el equipaje, 700kmm sin ver por el retrovisor. Alguna ventaja tiene que haber por tener piernas cortas.

Quería conocer la Sierra de Collserola. Una montaña que contempla Barcelona desde sus 512mts, llena de construcciones históricas que los Barceloneses han logrado preservar como pulmón. Las carreteras que la cruzan parecían agradables y las vistas al mar siempre han encantado a la humanidad.

PRIMERA SALIDA

En mi toma de contacto, subí por la carretera de Vallvidriera. Saliendo del casco urbano, cerca de la estación del funicular está el tramo más empinado, era un día soleado ideal. Escuché unas ruedas de carbono bufar acercándose, sobre ellas iba el típico sexagenario que lleva toda la vida montando, con mucho estilo y buen humor me dijo “venga que hace buen día!”, me ofreció la rueda pero mi pico de pulsaciones del día no me dejó seguirlo. Subí solo hasta el Tibidabo y bajé por la l’Arrabassada.

SEGUNDA SALIDA

Con la ayuda de Google Street view descubrí la carretera que sube de Molins de Rei hacia Vallvidriera. Con pesar atravesé la ciudad y parte del cinturón industrial del Llobregat, pero los 10km de subida desde Molins valieron la pena en todos los aspectos. Nunca pensé que hablaría de FLOW en una bici de carretera, pero esta carretera de montaña estrecha y solitaria donde poco a poco me fuí encontrando a gusto subiendo y logré encontrar un ritmo donde iban encadenando curva a curva con fluidez valieron la pena el esfuerzo.

EL EQUIPO

Aquí no tengo más opción que mencionar lo mucho que me gusta la Lapierre Sensium. No es una máquina racing, no es una tope de gama, no es la más ligera… ¿Qué es? Una bici extremadamente cómoda y noble, con una geometría que ahorra energía que puedes invertir en apretar un poco más en la subida, en salir sin conocer una zona y despreocuparte de la distancia, solo sabiendo que puedes disfrutar horas y horas. Además con los frenos de disco también disfrutas más de la bajada, puedes ir más rápido con la seguridad de que no se fatigarán.

La ropa de Spiuk también ha ofrecido un rendimiento excelente. Es un privilegio poder tener una marca así en casa y no tener que recurrir a marcas de “fuera” para buscar calidad. Mis prendas preferidas son las zapatillas 16RC, ligeras, rígidas y cómodas. Y la chaqueta Elite Pro Winter cortaviento, transpirable y cómoda.

TERCERA SALIDA

El tercer día fuí hasta Cerdanyola por la carretera que va al Cementerio de Collserola, antes de llegar me perdí por la ciudad, gajes del oficio. Dije en casa que tardaría 2 horas y volví en 3. Pero la oportunidad de perderme sin preocupaciones, de vivir lentamente disfrutando cada pedalada, está al alcance de pocos. Entre Cerdanyola y Sant Cugat tuve otro encuentro con la tercera edad. Otro ciclista delgado y enérgico que se despidió el llegar la subida.

CUARTA SALIDA

El cuarto día tenía ganas de ir al mar, había visto muchos ciclistas por la carretera C31, pero los coches a 100kmh no son para mi. Atravesé la zona franca que estaba deliciosamente vacía y fuí a parar a la ribera del Llobregat, lo que parecía una vía ciclista terminó siendo un camino de grava. La Sensium no es una gavel, pero se portó con mucho aplomo. Al llegar a Castelldefels recorrí el paseo marítimo contemplando la playa vacía, era el día de nochevieja, no podía imaginar mejor manera de despedir el 2016 que me había perdonado la vida.

QUINTA SALIDA

En mi quinta salida bordeé la costa hasta llegar a Badalona, subí la “Vallensana” y bajé a Moncada, una equivocación en una rotonda permitió que Bryan, un Australiano de unos 60 años (otra vez) que llevaba 15 años en Barcelona me alcanzara. Rodar solo está bien, pero nadie desprecia una buena conversación. Resultó que Bryan era un amable fisioterapeuta que se tomó la molestia de parar y hacerme un breve chequeo luego de contarle de mi accidente. Al llegar a Sant Cugat nos despedimos y volví a Barcelona ya sin agua y sin batería en el móvil, pero con mas energía que nunca.

SEXTA SALIDA

Para despedirme volví a Vallvidriera, rodeé el Tibidabo para bajar a Sant Cugat y subir la carretera que va por los túneles para volver a Barcelona. Al bajar Vallvidriera paré en el mirador para despedirme de la ciudad hasta la próxima y atravesarla hasta una pulperia entre el Born y la Ciutadella, entre sorbos de cerveza fría rememoré los mas de 280km que había rodado al lado del mediterráneo. Esto si son vacaciones.

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