Desde lo alto de los prados, pasando un bosque de Hayas, se nos revela en todo su esplendor el Valle del Portillón de Benasque, vertiginosamente vertical, apreciamos nuestra hazaña desde la distancia entendiendo las caras de sorpresas de los que se cruzaban con nosotros.

Hasta 1916, que se construyó la carretera que atraviesa el Congosto de Ventamillo, se tardaba 1 día entero de viaje para salir a pie o en bestia del Valle de Benasque. Esta garganta labrada en la roca calcárea por el deshielo de los glaciares que hace 40.000 años bajaban desde los macizos de Poset y Maladeta, cuyas masas de hielo ocupaban hasta 36km de longitud y 800m de profundidad, constituye uno de los pasos naturales para entrar y salir del valle. Teniendo en cuenta su estrechez y profundidad no es de extrañar que al Valle de Benasque le llamen también el Valle Escondido.

El paso por el congosto constituye un telón que separa las cotas “amables” del vacío del glaciar que reventó la roca dejando paredes desnudas que se asoman sobre las colinas suaves cubiertas de verde. Una vez mas con un track desconocido en el GPS y unas impresiones de Google Earth nos plantábamos delante de las montañas con cierta ingenuidad, casi temblando al mirar hacia arriba.

Buscando rutas en la zona para añadir un nuevo destino a nuestro catálogo de viajes, encontré una foto de una bajada idílica, miles de zetas en un descenso de 1000m, todas expuestas, iban a parar al Hospice de France. ¿Cual era su precio? ¿Cómo se llegaba a ellas? Fui a dar con un track que pasaba por el Portillón de Benasque, un paso natural transfronterizo usado durante años por comerciantes, contrabandistas y refugiados para cruzar entre España y Francia y que ha recibido la protección de Vía Trasnacional Europea.

Allí estábamos el Sábado a las 8 de la mañana Jordi, Álvaro, José Carlos y yo, en el aparcamiento del Hostal de Benasque, preparados para acometer otra aventura más. Nuestra intención era dar la vuelta al Puerto de Benasque, pasando por el Portillón de Benasque a 2.444m, hasta el refugio del Hospice de France por el empinado y precioso valle y las interminables zetas de la foto. Después remontar hasta el Puerto de la Picada y volver a bajar a Benasque por otra espectacular y técnica bajada llena de zetas. Después de un par de kilómetros por la pista de asfalto entramos al sendero donde comienza la ascensión al Portillón. Hay tramos ciclables pero en general hay que empujar o portear la bici a la espalda, esta última opción es más aconsejable, ya que se avanza mucho más rápido. Después de casi una hora montando y porteando llegamos al primer rellano, donde se encuentra la primera laguna y aprovechamos para un primer descanso y hacer algunas fotos y vídeos. Enfrente tenemos todo el macizo del Aneto-Maladeta, espectacular e imponente, todavía hay mucha nieve y eso que es final de Junio. Esto nos preocupa especialmente ya que puede dificultarnos mucho el avance. Además subimos con la incertidumbre de ver el estado de la cara norte francesa por donde queremos descender. Puede que después del esfuerzo de llegar arriba no podamos bajar y tengamos que abortar la expedición.

Finalmente y tras casi dos horas llegamos al Portillón. Sopla un viento muy fuerte, de al menos 80km/h que cambia las percepciones y los ánimos del equipo. Nos vamos asomando poco a poco, como vislumbrando el secreto que hoy nos impacienta más. Ante nuestros ojos aparecen los ibones de la cara francesa cubiertos de nieve y hielo casi por completo. Esa visión, unida al fortísimo viento nos hace cuestionar la continuidad del proyecto. Yo no lo veo muy claro, guío el grupo y he propuesto esta travesía y no quiero exponer a mi gente a un accidente, o que se nos haga muy tarde y tengamos que hacer noche en cualquier lugar. Llegan al paso algunos trailrunners franceses y les preguntamos el estado de la cara norte, no pueden menos que alucinar al vernos allí arriba plantados con nuestras bicis. Nos dicen que hay mucha nieve y que está mal para las bicis. Sí, eso ya lo sabíamos, estas cosas no suelen hacerlas muchos ciclistas ni gente normal que digamos.

Lo que decidamos en este punto marca el desarrollo del resto del día, a partir de aquí todo es mucho más complicado. Las ganas de acometer esta ruta son muchas, hemos venido a buscar una joya que podamos ofrecer a los que viajen con nosotros y ante la persistencia del equipo, decido bajar unos 100m para ver hasta donde llega la nieve. Después de unos 600m parece que hay menos, así que decidimos intentarlo y si se nos hace muy tarde dormir en el Hospice o en Bagneres de Luchon. Los primeros metros de bajada desde el portillón tienen mucha inclinación y son zetas cortas de piedra afilada y suelta, maltratada por la nieve y el hielo que la cubren muchos meses. Podríamos hacer algún tramo montados, pero la potencia del viento nos empuja hacia la pendiente y trata de arrancarnos las bicis. 200 m más abajo las cumbres nos protegen un poco del aire y podemos montar pequeños tramos. La visión es increíble, a nuestros pies tenemos todo el valle, abierto y descomunal.

Cruzamos los primeros neveros por la huella de los senderistas que se arriesgan igual que nosotros y al cruzarnos con los primeros montañeros sus caras atónitas reflejan expresiones que para mi no son nuevas pero que siempre te hace gracia volver a ver. Cada grupo que encontramos se hace a un lado para dejarnos pasar mientras nos hacen fotos incrédulos, algunos incluso retratos cuando estamos en ese momento parados, algunos piden permiso, otros no. Durante toda la bajada se ve el sendero serpenteando por el verde del valle, parecen miles de zetas que mueren en un punto diminuto desde arriba que es el Hospice de France. Tramos secos y divertidos alternan con neveros que tenemos que cruzar bicis en mano y asegurando cada paso, por el viento y por qué una caída significa cientos de metros de nieve y hielo hacia abajo. Aún así hemos encontrado lo que buscábamos, un descenso de 1000 m de sendero con zetas cerradas que parecían dibujadas por un soñador del MTB, si somos precavidos todo habrá valido la pena. Uno tras otro van cayendo giros cerrados a izquierda y derecha, paramos, hacemos fotos, disfrutamos con el entorno y las vistas, las cascadas de agua caen por las dos caras del valle, algunas de cientos de metros, nos emocionan estos lugares y estas montañas. Por esto hemos apretado los dientes al pasar el Portillón y hemos decidido bajar.

Aún así atravesando algún nevero pasamos momentos de tensión, el deshielo es peligroso y por debajo discurren ríos llenos de piedras, si se hunde una placa bajo nuestros pies podría ser fatal. Cuando hemos pasado todos los neveros sin ningún percance sólo queda un largo sendero repleto de más zetas hasta el Hospice, cada vez más rápido y divertido, cada vez más rodador. Me tiro a saco, quiero disfrutar un poco de este maravilloso deporte, hemos tenido que parar muchas veces y ahora no pienso parar hasta llegar al Hospice, y así lo hacen mis compañeros detrás.

El Hospice de France es nuestra primera meta del día, al llegar y ver hacia atrás, nosotros mismos reímos incrédulos, un Australiano que toma un café y ha venido en bici de carretera desde Bagneres de Luchón nos ve como si su hazaña acabara de quedarse en nada. Las miradas pícaras de los presentes nos hacen sentir por breves momentos como celebridades de incógnito descubiertas, ocupamos una mesa de la terraza, comemos y comentamos lo que hemos hecho y lo que falta. Tras un breve descanso reanudamos la marcha y comenzamos una corta bajada por pista asfaltada en dirección a Bagneres, hasta enlazar una pista forestal a mano derecha en buen estado y fuerte pendiente, llamada Chemin Louise que da la vuelta al monte donde se encuentra en su cara sur el Hospice de France.

Desde lo alto de los prados, pasando un bosque de Hayas, se nos revela en todo su esplendor el Valle del Portillón de Benasque, vertiginosamente vertical, apreciamos nuestra hazaña desde la distancia entendiendo las caras de sorpresas de los que se cruzaban con nosotros. Pero aún queda otra, volver hasta los 2400m del Puerto de La Picada.

Estas duras rampas y los 1000 metros de desnivel que nos quedan comienzan a hacer mella en nuestras mentes. Se me hace insoportable el tremendo peso de la mochila, paro a recolocar todo y me pregunto, una vez más, ¿por qué? ¿qué es lo que nos incita a hacer este tipo de ciclismo? si es que puede denominarse así portear la bici hasta picos imposibles llenos de rocas y apenas ciclables. Ir cargados como burros con todo tipo de protecciones y artículos más parecidos al alpinismo que al ciclismo. Realmente no lo sé, en estos momentos envidio a la gente que sale a montar en bici con una barrita y una cámara de repuesto en el bolsillo trasero del maillot.

Aparte están los grandes riesgos que corremos en un entorno tan radical y extremo como la alta montaña. Una simple caída o averíla tonta puede dar al traste con toda una expedición de este tipo, que en algunos casos preparas durante semanas y tiene un alto coste económico por el viaje. Comparto mis pensamientos con alguno de mis compañeros durante el ascenso, ¿qué pasaría si alguno se sintiera enfermo a 2400m? o ¿se rompiera un cambio, o una llanta, o cualquier componente que no tuviera arreglo? ¿cómo volveríamos? ¿Y si se hace de noche y no encontramos refugio?. Siempre lo he sabido porque llevo años andando por las montañas y he tenido dos accidentes graves en ellas, pero aún así no deja de inquietarme cuando estamos realizando este tipo de aventuras en lugares tan aislados e inaccesibles, por nosotros y por nuestra familias. Creo que somos algo inconscientes, porque si fuésemos plenamente conscientes no lo haríamos. En todo esto debe haber un punto de locura.

Continuamos subiendo y bordeando varios picos tapizados de hierba, Tuc de Planèro y Tuc de la Monjòla y disfrutando de sus senderos y espectaculares vistas de todo el Pirineo, se pierde la vista sin un atisbo de civilización en ninguna dirección. A veces cargando con la bici y otras dando pedales a duras penas, pues las pendientes son tremendas. Por suerte hemos encontrado una fuente en el camino donde poder repostar y descansar un rato.
Llegamos a un pequeño collado donde sabemos que llega el porteo mayor del día, incluso más largo y duro que el de esta mañana. No queda otra que superarlo y tomarlo con filosofía. Nos echamos las bicis a la espalda y comenzamos la dura ascensión. En una hora más o menos coronamos lo que pensamos será el Puerto de la Picada y última rampa, pero vemos que no, que hay que hacer una corta bajada técnica aún a una hoya que se llama Soum de l´Escalette. Aquí encontramos unos enormes neveros y la rampa final que sube al Puerto de la Picada que también está cubierta de nieve y hielo.

De nuevo hace acto de presencia el fuerte viento del sur y eso nos hace tomar un camino para subir, diferente al marcado con huella por el nevero, pues si el viento nos tira la caída sería enorme. Subimos dando un rodeo por las zonas que hay tierra y roca en vez de nieve, hasta llegar a un promontorio donde ya no queda otra solución que escalar la última pared del nevero, son unos 15 metros pero muy verticales. Realmente no sabemos cómo subir por esa pared con las bicis y el cansancio, hay momentos de tensión en el grupo y de indecisión, cada uno dice una cosa. Afortunadamente tenemos a Jordi, un experto escalador, se le ocurre trepar por una huella que ha hecho él previamente sin bici hasta arriba, y utilizar la bici a modo de piolet, clavando en cada paso el pedal y el manillar en la nieve, y que nos sirva de sujeción. La idea además de brillante funciona y lo que parecía imposible se torna hasta sencillo. Así conseguimos salir de la última rampa y nevero del día. Aliviados, contentos y eufóricos nos relajamos de los momentos de ofuscación que teníamos hace un instante y consensuamos entre risas que acabamos de inventar el piolet-bike.

 

El viento es muy fuerte y desagradable, tenemos que bajar por otro nevero, pero podemos hacerlo montados y poco a poco llegamos al sendero de la majada de la laguna, por donde subimos esta mañana. Hemos desechado la idea de hacer otra bajada hasta donde tenemos aparcada la furgoneta, es más larga, hay que volver a subir otro tramo y es más técnica, si la hacemos se nos hará totalmente de noche. Tenemos que dejarlo para otra ocasión, lo que me disgusta un poco, pero no queda otra.

Así comenzamos la larga y endurera bajada hasta la pista asfaltada. Vamos alucinando mientras bajamos, recordando la paliza de subida que hicimos por ese mismo camino por la mañana. Hay más piedras grandes de las que recordábamos, pero lo disfrutamos un montón. El último tramo de nuevo tiramos a tope, comienza a ponerse el cielo negro y nada más llegar a la pista asfaltada se pone a llover con fuerza. Cuando está el equipo al completo comenzamos a bajar por la pista rápidamente, entre truenos y lluvia torrencial. Llegamos totalmente calados a la furgoneta y nos apresuramos a meter las bicis y todo lo demás. Salimos hacia Benasque a toda velocidad y vamos tratando de digerir la aventura de hoy.

13 horas de ruta de alta montaña 39km con 2200 m de desnivel y 5 horas y 6 kilómetros de porteo de bicicleta. Una brutalidad. Aún así la felicidad de haber logrado una hazaña a priori imposible da sentido a todo. Hemos sufrido mucho, muchas horas, pero las mayores cumbres están dentro de nosotros. El reto de la montaña es no dejarte vencer por ti mismo, ir más allá del propio límite y volver con unos recuerdos difíciles de borrar. La montaña nos ha permitido volver intactos y siendo mejores que cuando llegamos, transitándola y llevándonos como único nuestro propio cambio. Con la esperanza de volver y enseñar a otros el camino transitado. Eso es TrackMTB, explorar para ofrecer las mejores experiencias sobre una bici.

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